«Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra y al que llama, se le abre. ¿Quién de ustedes, si su hijo pide pan, le da una piedra? ¿O si pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le pidan!» (Mateo 7:7-11)
«I Dared to Call Him Father» (Me atreví a llamarlo Padre) de Bliquis Sheikh cuenta la historia de una mujer musulmana de Pakistán que se convirtió a Cristo. El título captura lo sorprendente que es para los musulmanes decirle «Padre» a Dios. Hoy, al orar con este pasaje por este lugar, reflexiona en lo reconfortante que es conocer a Dios como Padre e imagina lo que sería tu vida sin esta realidad. Pídele a Dios que ayude a los cristianos de entornos musulmanes a que sigan creciendo en el conocimiento de Dios como su Padre. Pídele a Dios que despierte la curiosidad entre los musulmanes de querer conocer más sobre Dios como nuestro Padre celestial.
«No sé si puedo hacerlo», compartió Fouad, tomándose la cabeza con las manos. Se habían casado hacía poco, pero más de nueve meses después de su luna de miel, sus familiares musulmanes estaban comenzando a dar indicios no muy sutiles de que todos esperaban un anuncio. Fouad es primera generación de seguidores del Mesías, y su infancia traumática y su relación pobre con su padre terrenal impactaban en su capacidad de confiar en su Padre celestial y al mismo tiempo le aterraba la idea de tener hijos propios. Su padre terrenal NO le daba «buenos regalos», al recordar la magia negra, los hechizos, los golpes y las mentiras. ¿Cómo podía cambiar esto? ¿Y si él no era suficiente? ¿Cómo podía brindar algo que él nunca había visto ni recibido? Fouad le pidió a Dios, buscó al Señor, golpeó a la puerta de Jesús… y ahora es un humilde padre ejemplar, que cría a su hijo en un Camino completamente nuevo.
Hamza pateó la pelota suavemente hacia el pequeño Ahmen. Era un buen pequeño jugador, ¡y muy apuesto! El corazón de padre de Hamza se hinchaba de orgullo al tomar la mano de su hijo para cambiarse para las oraciones vespertinas. Podía escuchar la lectura del Corán previa a la oración que hacía eco en el minarete del barrio, y esta noche sería especial. El Ramadán siempre lo es, pero esta noche, Ahmed iría con él. Su esposa besó a su hijo en la parte de arriba de su gorro islámico. «Mashallah», susurraron padre e hijo, sonriendo con orgullo al salir tomados de la mano a la calle, uniéndose a otros hombres y niños que se dirigían a la noche después del iftar (comida para romper el ayuno) con lecturas coránicas y oraciones. La pequeña alfombra de oraciones de Ahmen comenzó a resbalarse debajo de su pequeño brazo, donde la tenía agarrada. Hamza la atrapó rápido y lo miró a los ojos, con una mirada de preocupación. «Haría lo que sea por este niño», pensó Hamza mientras seguían caminando hacia la mezquita, «pero ¿y si no sé qué hacer? El mundo en el que vivimos es cada vez más secular. ¿Y si duda de su fe o se aleja de la familia?» Pensar en sus PROPIAS dudas lo hizo temblar. «Pide, busca, golpea…» ¿Cómo podía mostrarle a su hijo la manera correcta cuándo él mismo en secreto estaba tan inseguro?
Que la iglesia en esta región pida, busque y golpee por las multitudes de personas musulmanas que los rodean. Dales ideas, próximos pasos y visión de cómo pueden llamar la atención de los perdidos, hallar gente de paz y ayudar a comenzar estudios bíblicos. Equipa a tu iglesia para hacer discípulos que hagan lo mismo: pedir, buscar y golpear por aquellos que aún no te conocen. Por cada creyente que sigue pidiéndole a Dios que intervenga por sus familiares perdidos, dale confianza y fe de que su Padre celestial quiere dar buenos regalos. Dales fe en que quizás quieras usar su testimonio como parte de la forma en que atraes a los familiares al Reino.
Lugares educativos
«Toda buena dádiva y toda perfecta bendición descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y quien no cambia ni se mueve como las sombras» (Santiago 1:17). Que toda bendición y toda buena cosa que reciban los creyentes en esta región les dé la oportunidad de alabar a Dios y compartir sobre su naturaleza invariable con los musulmanes a su alrededor. Que los creyentes que fueron criados por padres abusadores y manipuladores hallen sanidad en su Padre celestial. Que su nueva identidad como hijos de Dios les dé confianza para compartir con sabiduría y alegría con aquellos que los rodean. Haz crecer su fe de que Dios los guiará a hombres y mujeres que se sentirán obligados no solo a escuchar su mensaje sino a compartirlo con otros.
Utiliza estos recursos para ayudarte a orar cada día de forma específica.
«Cuando ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que cambian sus rostros para mostrar que están ayunando. Les aseguro que estos ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino solo ante tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará» (Mateo 6:16-18).
Leer«Ustedes deben orar así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan cotidiano. Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros ofensores. Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno”. Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre perdonará a ustedes las suyas» (Mateo 6:9-15).
Leer«Cuando oren, no sean como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. Y al orar, no hablen solo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras. No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan» (Mateo 6:5-8).
Leer«Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el cielo no les dará ninguna recompensa. Por eso, cuando des a los necesitados, no lo anuncies al son de trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente les rinda homenaje. Les aseguro que ellos ya han recibido toda su recompensa. Más bien, cuando des a los necesitados, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará» (Mateo 6:1-4).
Leer«Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo”. Pero yo digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en los cielos. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de impuestos? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué de más hacen ustedes? ¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles? Por tanto, sean perfectos como su Padre celestial es perfecto» (Mateo 5:43-48).
Leer«Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa. Si alguien te obliga a llevarle la carga una milla, llévasela dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda» (Mateo 5:38-42).
Leer«También han oído que se dijo a sus antepasados: “No faltes a tu juramento, sino cumple con tus promesas al Señor”. Pero yo digo: No juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer que ni uno solo de tus cabellos se vuelva blanco o negro. Cuando ustedes digan “sí”, que sea realmente sí; y cuando digan “no”, que sea no. Cualquier otra cosa que digan más allá de esto proviene del maligno» (Mateo 5:33-37).
Leer«Se ha dicho: “El que se divorcia de su esposa debe darle un certificado de divorcio”. Pero yo digo que, excepto en caso de inmoralidad sexual, todo el que se divorcia de su esposa la induce a cometer adulterio y el que se casa con la divorciada comete adulterio» (Mateo 5:31-32).
Leer«Ustedes han oído que se dijo: “No cometas adulterio”. Pero yo digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te hace pecar, córtatela y arrójala. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo y no que todo él vaya al infierno» (Mateo 5:27-30).
Leer«Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados: “No mates”. También se les dijo que todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal. Pero yo digo que todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Y cualquiera que le diga: “Insensato”, quedará sujeto al fuego del infierno. Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda. Si tu adversario te va a denunciar, llega a un acuerdo con él lo más pronto posible. Hazlo mientras vayan de camino al juzgado, no sea que te entregue al juez, el juez al guardia y te echen en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo» (Mateo 5:21-26).
Leer«No piensen que he venido a anular la Ley o los Profetas; no he venido a anularlos, sino a darles cumplimiento. Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la Ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido. Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos. Porque les digo a ustedes que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere la de los fariseos y la de los maestros de la Ley» (Mateo 5:17-20).
Leer«Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una montaña no puede esconderse. Tampoco se enciende una lámpara para cubrirla con una vasija. Por el contrario, se pone en el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben a su Padre que está en los cielos» (Mateo 5:14-16).
Leer«Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo lo recobrará? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee» (Mateo 5:13).
Leer«Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias. Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas que los precedieron a ustedes» (Mateo 5:11-12).
Leer«Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque el reino de los cielos les pertenece» (Mateo 5:10).
Leer«Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5:9).
Leer«Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados» (Mateo 5:6).
Leer«Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia» (Mateo 5:5).
Leer«Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece» (Mateo 5:3).
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